Aquella tarde,
el aliento se apagó en sus ojos…
Rey de sueños
en el dorso de su mano,
en la mía,
tatuados versos a fuego lento,
odas blancas,
azules como el cielo,
cuando en la partitura
eres tú mi pensamiento.
Y gota a gota
y paso a paso,
elaboras jazmines en la boca,
en el alma,
en mi cuerpo,
mientras,
las negras lenguas condenan,
arrebatan,
vociferan,
hacia senderos de inhumanas piedras.
Heme aquí escuchándote,
enamorándome de cada sílaba,
de cada letra,
muero en el índice de tu mano.
Aquella tarde
el aliento se apagó en sus ojos
y en los mios…